miércoles, 16 de septiembre de 2009

Lecciones de Joshua Bell

En el año 2007 el periódico The Washington Post llevó a cabo un experimento cuya finalidad era estudiar "si la gente estaba preparada para reconocer la belleza". Para esta prueba convencieron a uno de los más grandes y prestigiosos violinistas del mundo, Joshua Bell, para que, vestido de jean y camiseta y, eso sí, su violín de 4.5 millones de dólares, se ubicase a primera hora de la mañana en una entrada de la estación del metro de Washington, y tocase seis piezas de Bach.

El resultado sorprendente fue que durante los 42 minutos que Joshua Bell interpretó las piezas de Bach, sólo obtuvo 32 dólares y unos pocos transeúntes, que podían contarse con los dedos de las manos, se detuvieron algunos minutos a escuchar con atención al músico de excepción. El resto de personas que a esa hora pasaban al lad

o del violinista (más de 1000) seguían de largo dirigiéndose a sus quehaceres cotidianos con la velocidad de siempre, sin prestar ni un segundo de especial atención a la música de Bach que salía de un violín extraordinario tocado por un instrumentista que llena en todo el mundo salas de concierto costando más de 100 dólares las entradas más baratas. En esta ocasión Joshua Bell recibió poca atención, muy poco dinero y, según dijo después, ningún aplauso.

Los resultados del experimento están ahí, y muchos lo han discutido y cuestionado ya que consideran que el lugar y la hora no eran los más convenientes ya que las personas que las personas que pasan por una estación del metro en una hora pico llevan su propia prisa y están enfocados en otros pensamientos que los aislan del entorno. La reflexión más generaliz

ada que he leído en torno a este suceso, y que guarda mucha consonancia con la Administración de nuestro tiempo es: “Si no tenemos un instante para detenernos a escuchar a uno de los mejores músicos interpretar la mejor música escrita, ¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo?” (artículo violinista en el metro Tomado de El Club de la Efectividad).

Al respecto, recuerdo el libro de Michael Ende titulado Momo el cual me recomendó uno de mis amigos en un curso que dicté…

“…aquí todo estaba calculado y planificado con exactitud, cada centímetro y cada instante. Nadie se daba cuenta de que, al ahorrar tiempo, en realidad estaba ahorrando otra cosa. Nadie quería darse cuenta de que su vida se volvía cada vez más pobre, más monótona y más fría. Los que lo sentían con claridad eran los niños, pues para ellos nadie tenía tiempo. Pero el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón. Y cuánto más ahorraba de esto la gente, menos tenía".

Este libro, publicado originalmente en 1973 y que en 1974 obtuvo el premio al mejor libro juvenil editado en Alemania aún tiene enseñanzas muy actuales.

¿Será acaso coincidencia que en el experimento en el que participó Joshua Bell, uno de los pocos que quiso quedarse a escucharlo era un niño el cual luchaba con su madre que lo jalaba de la mano para continuar su camino?

A continuación puedes ver el video que muestra lo sucedido en esa mañana del 12 de enero de 2007:

Un día un niño le preguntó a un anciano: Abuelo, ¿qué es vivir?, y el hombre contestó: Es hacer lo que estás haciendo. Entonces el niño se miró a sí mismo, echó un vistazo alrededor y dijo: vivir es fácil.

Tal vez vivir sea algo tal simple, que por lo simple, nos pase desapercibido.